Resulta alarmante la cantidad de prejuicios y complejos que a día de hoy seguimos arrastrando sobre nuestra propia historia, o más bien, las aversiones que han generado ciertos planteamientos populares y fosilizados en la sociedad. En España contamos con determinados momentos históricos condenados, como por ejemplo la etapa andalusí, periodo de nuestra historia intensamente ligado con la cultura islámica. Sin profundizar en exceso en el origen de este problema actual, que se podría remontar a la Edad Media, es posible vincular la antipatía actual con una serie de concepciones que fueron tergiversadas, deformadas e incluso exageradas a mediados del siglo XX.
Por aquel entonces, algunos académicos, como el medievalista Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984), reforzaron el discurso nacional-católico del régimen y formularon planteamientos historiográficos que prestan una especial atención a la Reconquista. Aunque interesado en la historia de al-Andalus, el trabajo de Albornoz lleva implícita una percepción negativa del devenir islámico de la península ibérica.
A pesar del importante progreso que ha experimentado el conocimiento histórico y material de al-Andalus tras la llegada de la democracia a nuestro país, estos conceptos han seguido perpetuándose en la sociedad y las diatribas políticas. Durante este tiempo, la investigación ha tratado de esclarecer nuestro pasado de manera rigurosa y objetiva, sin embargo, la ausencia total de divulgación en esta disciplina y el desinterés de la administración y sus políticos ha supuesto el predominio del desconocimiento y un campo de cultivo para la manipulación.
Un ejemplo al respecto es la retirada en 2019 del busto de Abderramán III en Cadrete (Zaragoza). La noticia apareció en numerosos diarios, pero finalmente la escultura se retiró sin mayor repercusión ni consecuencias. Actos políticos como éste solo contribuyen a generar segregacionismo y hostilidad, además de servirse de la historia, en muchos casos descontextualizada, como recurso legitimador. Resulta por tanto desolador cómo el desconocimiento y los prejuicios pueden influir en la corrupción de la memoria histórica.
Desde el principio, esta operación formaba parte del programa electoral de un partido político, que tras las críticas se justificó alegando la sucesión de varios actos vandálicos en torno a la escultura. ¿Desde cuándo la historia tiene que ser juzgada por los políticos? ¿Desde cuándo la cultura tiene que someterse al vandalismo violento? ¿Hasta qué punto los políticos van a seguir apoyándose en el discurso de una cruzada desfasada para plantear conflictos actuales? Independientemente de esto, también es alarmante la inactividad de la comunidad académica y las instituciones más implicadas con este periodo histórico.
A modo de conclusión, nos gustaría resaltar que el busto de Abderramán no es de ninguna manera un monumento de valor histórico, pero demuestra el respeto y el reconocimiento de un periodo histórico de nuestro país. De tal modo, el rechazo a esta figura no deja de ser un reflejo de las intenciones de nuestra sociedad y nuestros políticos, que finalmente seguirán repercutiendo negativamente en la construcción del discurso histórico y constituirán asimismo un obstáculo para la conservación del inmenso legado patrimonial.

Enlaces de la noticia:
https://elpais.com/politica/2019/06/18/actualidad/1560861185_830478.html
Bibliografía:
Hector G. Barnés, 2018, “El regreso de la Reconquista y a quién le conviene que nos fascine siglos después”, El Confidencial
Marcos García Rey, 2019, “Vox y la Reconquista en las elecciones: Don Pelayo era un tío con dos huevos”, El Confidencial
https://www.academia.edu/42396953/Vox_y_la_Reconquista_en_las_elecciones
Alejandro García Sanjuán, 2020, “Arabismo y franquismo, una historia silenciada”, eldiario.es
https://www.academia.edu/42453118/Arabismo_y_franquismo_una_historia_silenciada
José M. Abad Liñán, 2020, “Planearon los andaluces una reconquista de los territorios cristianos?”, El País
Comment
Ahí fue uno de ultraderecha. Aquí (Algeciras) fue uno de PP el que retiro a Almanzor del entorno de las muralla merinides.
Sólo refleja una catetez extrema. Y una profunda falta de carácter les lleva a identificarse con los vencedores de la conquista y a despreciar una de las partes más fructíferas de la historia medieval de pueblos tan en sintonía como nosotros dos.
Claro que no podemos pedir a los políticos más de lo que nos pedimos como pueblo. Al fin y al cabo, los hemos puesto allí nosotros y se limitan a contentar a sus votantes como forma de perdurar, que es su principal finalidad en este mundo.